“Sólo una cosa es necesaria”.

Génesis 18, 1-10a; Sal 14, 2-3ab. 3cd-4ab. 5; Colosenses 1,24-28; San Lucas 10, 38-42

Es este domingo, un domingo especial por abrir cada casa-hogar, directa o indirectamente al prójimo. Si pedimos al Señor hospedarse en su tienda (Sal.) es porque el verdadero seguidor de Cristo es capaces de hospedar a todos y especialmente al que es distinto.

En la primera lectura nos encontramos con una de las estampas más evocadoras de los relatos en torno al padre del pueblo de Israel, Abrahán. Es un relato que tiene todas las connotaciones de leyenda sagrada, pero que expresa el misterio de la vida de este personaje que todo se lo jugó apoyado en la palabra de Dios, en su promesa de darle un tierra y una heredad. Tres personajes aparecen a lo lejos, que son como uno, porque es uno el que al final habla al Patriarca. Se pone en funcionamiento la sagrada ley de la hospitalidad en el Oriente, y muy especialmente en el desierto, aunque aquí nos encontremos en Mambré.

Desde esta primera lectura, y bajo la encina de Mambré, Abraham, enseña cómo ha de ser la acogida a todo aquél que llega, que siempre será creatua (hechura) de Dios, y por tanto conlleva acoger al mismo Dios, representado en la primera lectura por tres hombres que traen la buena noticia de la vida para Abrahán y Sara. Es el mismo Dios el que sale a nuestro encuentro y acoge para dar su vida y ésta eterna.

La segunda lectura pone de manifiesto que el misterio de Dios se ha revelado a los suyos, a la Iglesia, por medio de su ministro. Es Pablo, aunque no sea precisamente el autor de esta carta, el que se ha dedicado a contemplar ese misterio que es Cristo, para darlo a conocer a los hombres. No se trata, claro está, de una elección esotérica, reservada a algunos, sino que todo el que quiera conocer a Dios lo puede hacer por medio de Cristo. Pablo subraya con énfasis que este misterio se abre de par en par a todos los hombres y nadie está excluido.

El evangelio de Lucas nos presenta a Jesús, en su camino a Jerusalén, que hace una pausa en casa de Marta y María. Ya es sintomático que se nos describa esta escena en la que el Señor entra en casa de unas mujeres, lo que no podía ser bien visto en aquella sociedad judía. Pero el evangelista Lucas es el evangelista de la mujer y pone de manifiesto aquellos aspectos que deben ser tenidos en cuenta en la comunidad cristiana. Sin la cooperación de la mujer, el evangelio hubiera sido excluyente.

Lucas subraya con énfasis es la actitud de escuchar a Jesús, al Maestro, quien tiene lo más importante que comunicar. No quería decir Jesús que “un solo plato basta”, como algunos han entendido, sino que María estaba eligiendo lo mejor en ese momento que él las visita.

María se siente auténtica discípula de Jesús y se pone a escuchar como la única cosa importante en ese momento. Y de eso se trata, de ese ahora en que Dios, el Señor, pasa a nuestra lado, por nuestra vida y tenemos que acostumbrarnos a elegir lo más importante: escucharle, acogerle en lo que tiene que decir, dejando otras cosas para otros momentos. Lucas, sin duda, privilegia a María como oyente de la palabra y eso, en este momento de subida a Jerusalén, es casi decisivo para el evangelista. Se quiere subrayar cómo debemos, a veces, sumergirnos en los planes de Dios. De eso es de lo hablaba Jesús camino de Jerusalén (según Lucas) y María lo elige como la mejor parte. Marta… no ha podido desengancharse… y ahora debiera haberlo hecho.

En consecuencia, el evangelio de este domingo está entre el buen samaritano (Cristo que acoge en su mesa como buen samaritano, Lc. 10, 2-37) y la encomienda oracional de llamar a Dios Padre de todos (Lc. 11, 1-13).

Si, Cristo, buen samaritano que cura y venda heridas, hará de cada seguidor suyo, nuevos samaritanos, para no caer en la tentación de pasar de largo ante cualquier circunstancia. Seguir el consejo de los personajes del evangelio, ayudará a quien se sienta discípulo suyo, a que esa gloria de la salvación de la segunda lectura se realice en la vida y acontecer de cada día.

Cada eucaristía ha de ser para el cristiano apertura a la palabra de Dios con la misma actitud de María, y con la misma diligencia que Marta, Abrahán y Sara. En nuestro tiempo son muchos los que buscan la hospitalidad en lugares distintos a los de su nación o de nacimiento.

Tanto a unos como a otros se les debe tener la consideración necesaria de acogida y solucionar, en la medida de lo posible su situación, partiendo siempre de una hospitalidad primigenia y ayuda posterior técnica, para que puedan vivir dignamente.

El seguidor del evangelio ha de tener actitudes similares a las dos hermanas, de generosidad dentro del contexto del amor a Dios, de servicio y de escucha. De servicio para hacer de la acogida signo de hospitalidad, y de escucha, signo de resolución de los problemas de aquellos que se acerquen.

¡Bendecido domingo!